jueves, 13 de agosto de 2009

LA IRRITABLE VORACIDAD BANCARIA

Germán Uribe
Rebelión
Desconcierta e indigna volver sobre aquella encuesta de mayo de 2007, en donde el 25 por ciento de los colombianos (consultados por Napoleón Franco en encuesta contratada por la revista Semana) se manifestó, de una u otra manera, simpatizante o tolerante con el paramilitarismo. Sin embargo, eso demuestra que la unanimidad no se da en nuestro exótico país ni siquiera en la condena a delitos de lesa humanidad o en los esfuerzos por encontrar la paz. Y en este último caso, porque los matices en las diversas propuestas para la búsqueda de una salida negociada al conflicto armado, parecen más bien trincheras inexpugnables desde donde se hace todo lo posible no tanto por imponer una fórmula propia, como por obstaculizar la iniciativa contraria. Y es que este unanimismo al que me refiero ahora no se da ni siquiera con el mismísimo Presidente Uribe quien con un 70 por ciento de la opinión electoral a su favor, tiene literalmente anestesiado al país.
No hay un ciento por ciento en la calificación de nada, afortunadamente, porque, ¿de qué otra manera podría distinguirse lo "bueno" de lo "malo"? ¿Cómo saber que esto o aquello sí nos conviene si no hay una sola voz discordante? En fin, ya nos estábamos resignando a que debido a esta disparidad de criterios, nunca alcanzaríamos los colombianos a ver en un asunto cualquiera la presencia del mal o del bien en términos absolutos.
Pero vaya que de pronto observamos cómo va apareciendo en el firmamento de nuestras nostalgias por la unanimidad en cuestiones que a todos convinieren, una opinión, un concepto, más bien digamos de una vez "una rabia" que repentinamente logra el milagro de reunirnos a todos los colombianos llevándonos a una aclamación unánime.
Pueda que exista ese 30 por ciento de cómplices de la criminalidad, pero no parece haber ni siquiera un 0.001 por ciento (los dueños, supongo) de partidarios del sistema financiero colombiano y más específicamente del "vampiresco" sistema bancario. Por fin, pues, topamos la unanimidad que, naturalmente en este caso, no hace otra cosa que deshonrar a quienes la facilitaron entregándola a los encuestadores en una lustrosa bandeja de plata.
Y es que aquí sí que cabe la expresión popular "como para Ripley". En un país con decrecimiento económico -la producción industrial y las ventas cayeron 7,3 y 4,5 por ciento a abril de 2009*-, con la inversión externa en descenso, "tocado" por la crisis global de la economía, con una tasa de desempleo acercándose al 15 por ciento y unos inauditos niveles de pobreza que alcanzan al 60 por ciento de la población y a 11 millones en miseria absoluta, con un desequilibrio monumental en materia de salarios, capital e ingresos, el sistema financiero acentúa su marcha enriquecedora fortaleciéndose aún más patrimonialmente y viendo crecer con qué rutilante cubrimiento mediático sus bochornosas e irritantes utilidades. En el caso de Bancolombia, por ejemplo, para mayo del año en curso, sus activos acumularon $40,4 billones, su cartera bruta fue de $28,4 billones, los depósitos cerraron en $26,7 billones y el patrimonio se situó en $5,9 billones.
Para sustentar este juicio respecto de la primera y única unanimidad que mi memoria registra en la historia de Colombia, la del rechazo absoluto a los abusos bancarios, bastan estas cifras naturalmente avaladas por el gobierno y blandidas por los prestidigitadores que las hicieron posibles. Ellas por sí solas nos eximen de cualquier otro tipo de argumentación. Veamos:
Las utilidades del sistema financiero colombiano llegaron a 3,14 billones de pesos en los primeros cuatro meses de 2009, con incremento del 51 por ciento frente al mismo período del 2008... Las utilidades alcanzadas por el sector financiero entre enero y abril pasados son superiores en 1,1 billones de pesos a las registradas en igual período de 2008… por tipo de intermediario (financiero), los establecimientos de crédito reportaron utilidades por 2 billones de pesos, no obstante la desaceleración en el mercado crediticio…
Y para rematar, tras de que la banca no revierte en beneficio social lo que una ley debería obligarla a revertir, y mientras cobra hasta algo inherente a su función como es la "cuota de manejo" y genera para sí misma sumas astronómicas a través de la Intermediación financiera, inversiones de portafolio y extravagantes comisiones por "servicios", la desconcertante preocupación del gobierno por estos días sale de la boca del superintendente Financiero, Roberto Borrás cuya mayor obsesión es "establecer un mecanismo de salvamento para las instituciones que se encuentren en problemas, sin llegar a la nacionalización."
Espero no sufrir la desilusión de algún comentario favorable a la banca colombiana que derrumbe mi teoría de la primera unanimidad que se da en el país, aunque, de aparecer alguno, nos daremos por enterados de que fuimos leídos por alguno de sus dueños.
* Todas las cifras de este artículo fueron tomadas del diario El Tiempo de Bogotá.

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