lunes, 29 de junio de 2009

EL MODELO DE CAVALIERE O LA NUEVA DERECHA

El surgimiento de una nueva derecha no es un fenómeno limitado a laArgentina, sino una tendencia más general que tiene un origen geopolítico.Entre mediados de los ’80 y principios de los ’90, Estados Unidos decidióque había llegado el momento de dejar que la democracia volviera a Américalatina. Los brotes guerrilleros y los movimientos populares que en el pasadoespantaban a Washington estaban o aplastados o domesticados, y desde 1989 lacaída del Muro de Berlín había desactivado el riesgo de que la regiónsiguiera el ejemplo de Cuba y se alineara con la Unión Soviética.A este Washington más tolerante y democrático se sumó la crecienteconciencia internacional acerca de las violaciones a los derechos humanospor parte de las dictaduras, sobre todo en Argentina, Chile y Centroamérica.Y también la imprevisibilidad de los gobiernos autoritarios: al fin y alcabo, fue un militar y no un líder izquierdista quien decidió invadir lasMalvinas y declararle la guerra nada menos que a Gran Bretaña.En el nuevo mundo unipolar, hasta el último rincón del planeta quedóexpuesto a la influencia estadounidense, pero era una influencia distinta,más difusa, menos directa. Tras el 11 de septiembre, Washington cerró elcírculo de su nueva doctrina de seguridad (el enemigo ya no era el comunismosino el terrorismo) y desvió su atención a lugares más remotos y urgentes.Esto explica el giro a la izquierda en América latina y el tranquilo ascensode líderes y partidos que en el pasado seguramente hubieran sido bloqueadospor Estados Unidos mediante la desestabilización o el golpe de Estado. Yesto explica también que esté surgiendo, más lenta y dificultosamente, unanueva derecha.Es nueva porque es democrática: aunque la tentación de la desestabilizacióny el golpe están presentes, sobre todo en los países institucionalmente másfrágiles y económicamente más concentrados, como Bolivia, insistamos en queel componente democrático tiene un sentido más profundo y estructural: esuna derecha que defiende electoralmente los intereses (empresariales,económicos) y valores (estabilidad, orden en las calles, propiedad privada)que en el pasado se imponían por las armas. Esa es la novedad.EntrepeneursEl progreso individual y el ascenso como fruto del esfuerzo son desdesiempre valores importantes para la derecha, que no sólo no reniega delindividualismo, sino que incluso lo considera un motor clave para elprogreso de la sociedad (lo cual explica, según la famosa tesis de NorbertoBobbio, que la derecha acepte las diferencias sociales, es decir ladesigualdad, lo cual produce a su vez una visión definida del balanceEstado-mercado y del rol de este último en la economía y en la sociedad).Así, frente a una izquierda que tradicionalmente ha buscado a sus líderes enlos movimientos colectivos (sindicatos, partidos, asambleas), hoy existe unaderecha que ha hecho del mundo empresarial la cantera de la que salen susdirigentes más taquilleros.Un rápido recorrido por América latina ayuda a comprobar esta intuición. Elpróximo miércoles asumirá la presidencia de Panamá Ricardo Martinelli,millonario propietario de la cadena de supermercados Super 99 y –dato atener en cuenta– el primer presidente desde la recuperación de la democraciaque no proviene de los partidos tradicionales. Hace poco menos de un mesdejó la presidencia de El Salvador Elías Saca, un empresario pertenecienteal derechista Arena. En Chile, todas las encuestas señalan como el favoritoa Sebastián Piñera, el propietario de LAN y poseedor de una fortuna de 1200millones de dólares (y el único líder importante de derecha que votó por elNo a Pinochet en el plebiscito de 1988). Durante seis años gobernó MéxicoVicente Fox, que ingresó a Coca-Cola como supervisor de reparto y fueascendiendo hasta convertirse en gerente de la división latinoamericana dela empresa. Y ahí está también el pintoresco magnate ecuatoriano AlvaroNoboa, el rey de los exportadores de banano y camarón, que había salidosegundo en tres elecciones presidenciales y quedó tercero en las últimas.Populismo de derechaLa nueva derecha de Mauricio Macri y Francisco de Narváez, que ayerconsolidó su primacía en la Capital y ganó la elección en la provincia, esparte de esta tendencia latinoamericana más amplia. Y como el origen denuestra política hay que buscarlo siempre en Europa, la comparacióntransatlántica ayuda a explorar algunas claves de este nuevo fenómeno,aunque el paralelismo más pertinente no sea la reaccionaria y dogmáticaderecha del PP español, ni la sobria centeroderecha socialcristiana alemanani el tradicional partido conservador británico, sino la nueva derechaitaliana que desde hace un par de décadas lidera Silvio Berlusconi. En amboscasos, en Argentina y en Italia, el origen se remonta a un colapso políticoy el estallido de una crisis de representación, por imperio de las cacerolas(acá) o de la investigación judicial de la Tangetopoli (allá).Como los líderes de Unión-PRO, Berlusconi es un símbolo de la alianza entrenegocios (aunque hay que reconocerle al Duce que él sí hizo su propiafortuna), medios de comunicación (Berlusconi fue el primer empresariotelevisivo en romper el monopolio de la RAI) y deporte (es el dueño del clubMilan). Pero no es sólo el origen empresarial ni la capacidad de expresar lapoderosa fusión entre espectáculo, política y deporte lo que emparienta allíder italiano con los jefes del peronismo disidente, sino también unamanera particular de entender la política. Desde un carisma muy mediáticopero no por eso menos real, los tres han logrado construir una relacióndirecta con el electorado (Berlusconi, pese a todas sus boutades o debido aellas, es el dirigente más querido de Italia) y afirmar una popularidad quetraspasa las fronteras de clase, lo que da forma a una especie de populismode derecha.Hay en ellos un fondo común ultrapragmático que les permite moldear sudiscurso de acuerdo con la necesidad del momento. De Alsogaray o Cavallopodía pensarse cualquier cosa, menos que alguno de ellos propondría, en lamisma campaña, eliminar las retenciones, quitar el IVA a los alimentos yextender masivamente los planes sociales –es decir, desfinanciar totalmenteal Estado–, como hizo De Narváez en los últimos meses. Y también hay enMacri y en De Narváez, como en Berlusconi, una tensa combinación deconservadurismo y liberalismo, que si por un lado implica una relacióncercana con la Iglesia (Berlusconi acompañó a los obispos italianos en suresistencia a la despenalización de la eutanasia y se opone a lalegalización del aborto), por otro se traduce en una libertad muy moderna –yen el caso del italiano muy vistosa– de la vida privada.Estos vacíos y estas tensiones requieren necesariamente un cemento que losunifique más allá de la popularidad de los líderes. Berlusconi lo encontróen el terror a la inmigración norafricana y su campaña para endurecer lasleyes, que la semana pasada quedó crudamente comprobada con la violentaexpulsión de los gitanos de Nápoles. ¿Ocupará la inseguridad el lugar en elproyecto nacional de Macri y De Narváez que ocupó la inmigración a lacandidatura de Berlusconi en 2007? Podría ser, pero sólo podría. Aunque eltema fue uno de los ejes de la campaña y en buena medida explica el ascensodel peronismo disidente en la provincia de Buenos Aires, la experienciaenseña que las elecciones presidenciales suelen estar dominadas por otrascuestiones, de la economía a la política, y que la inseguridad resultadecisiva básicamente en los comicios distritales. Hasta ahora.Algo más que jabón en polvoMacri y De Narváez son empresarios y no economistas ultraideologizados, comosus antecesores Alvaro Alsogaray, Domingo Cavallo y Ricardo López Murphy.Quizás por eso, porque provienen del flexible y pragmático mundo de losnegocios y no de las consultoras o las cátedras de economía (en sus propiaspalabras, del mundo de la acción y los hechos y no del mundo de losdiscursos), ambos han comprendido una verdad esencial que sus antepasadosnunca lograron entender: para ganar una elección y gobernar es necesariocontar con el apoyo de al menos un sector de los votos y del aparato delperonismo. Y si Menem consiguió en su momento reconvertirse a la derechaluego de una larga y muy tradicional carrera en el PJ (fue gobernador,estuvo detenido por los militares y acompañó a Cafiero en la renovaciónperonista), los jefes de Unión-PRO avanzan por un camino inverso: su plan esllegar al peronismo desde la derecha y no a la derecha del peronismo.Menemismo por otros medios.Por eso, el peor error que se podría cometer en la lectura de los resultadosde ayer es pensar que la consolidación electoral del macrismo y el ascensorutilante de De Narváez se explican simplemente por la astucia de lapublicidad, el poder de sus millones o la influencia de los medios decomunicación. Desde que en 1952 Dwight Eisenhower se convirtió en el primercandidato presidencial en apelar a los servicios de una agencia depublicidad, el marketing político ha ido ocupando cada vez más espacio enlas campañas. Y aunque las primeras teorías hablaban de vender a uncandidato como si se tratara de jabón en polvo, desde hace al menos dosdécadas sabemos que esto no es posible, que la publicidad y el dinero y latelevisión no alcanzan para ganar una elección (aunque sí para otras cosas,por ejemplo para hacer conocido –instalar– a un postulante). Hay miles deejemplos de brillantes campañas publicitarias y millones de dólaresconvertidos en unos pocos votos, el último de los cuales fue el patéticoensayo presidencial de Jorge Sobisch.Del mismo modo, si por un lado es cierto que algunos medios de comunicacióncontribuyeron al ascenso de De Narváez, el consenso mediático tampocoalcanza por sí mismo para ganar una elección como la de ayer. También haymiles de ejemplos de candidatos que, pese a la oposición de buena parte delos medios, ganaron las elecciones (la reelección de Chávez, por ejemplo, ola victoria de Ricardo Lagos en Chile en el 2000).Con esto se pretende señalar algo evidente, pero que, a la luz de algunoscomentarios de los últimos días, vale la pena subrayar: el ascenso de lanueva derecha no se explica por los consejos de Durán Barba ni por lacampaña de Agulla, y ni siquiera por las fortunas de sus candidatos, sinopor un contexto geopolítico nuevo y, en la Argentina, por la muy políticaestrategia de sus líderes de morder un sector del peronismo en el conurbano,construir a una candidata imbatible en la Capital y, sobre todo, ganar ladisputa con el panradicalismo por el voto anti K. En suma, un fenómeno queno es ni publicitario ni mediático, sino estrictamente político. Porsupuesto, explicarlo en términos de marketing quizás resulte tranquilizadorpara las conciencias progresistas que se niegan a aceptar que la derechapuede ser popular incluso en los sectores más pobres, pero ayuda muy poco aentender las cosas.
Por José Natanson
Instituto de Estudios e Investigaciones sociopolíticas Colombia Plural

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